Barbate: El precio del silencio será nuestra ruina
Publicación de Thyno y Punto 5 agosto
2025
Ante todo. con el permiso y el respeto a la Plataforma
‘Salvemos Trafalgar’, a Antonio Aragón por su amor por
Barbate y compromiso ecológico, y a las diferentes Asociaciones de
Vecinos y Vecinas de las diferentes pedanías. También a todos los
implicados que luchan por lo que ellos defienden: un urbanismo sensato, acorde
a los tiempos que corren y respetuoso con el Medio Ambiente. Aquí mi humilde
colaboración:
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Zona que ocuparía el Següesal Golf Resort colindando con el Parque Natural de la Breña |
En Barbate no faltan el sol, ni la historia, ni la
belleza. Lo que falta es una visión clara, sostenible y centrada en las
personas.
Mientras las instituciones locales y autonómicas
se debaten entre el abandono de lo público y la entrega del suelo a
megaproyectos turísticos con inversores externos, la ciudadanía organizada alza
la voz: otro modelo es posible.
La plataforma ciudadana Salvemos Trafalgar propone recuperar
lo esencial: cuidar lo que ya existe, garantizar agua y
servicios básicos, frenar la ocupación salvaje del territorio y apostar por un
turismo contenido, regenerativo y digno. Con esta columna hemos querido repasar
los principales focos de conflicto y alternativas reales para un urbanismo con
futuro.
1. Abrir la ribera al río, no esconderla:
Barbate frente al Barbate.
Pocos pueblos pueden presumir de tener un río con
nombre propio, que desemboca a los pies de su casco urbano tras recorrer
sierras, vegas y marismas. Y, sin embargo, Barbate sigue dándole la espalda a
su alma líquida, a esa franja donde el agua dulce y el salitre escriben juntos
una historia que no terminamos de leer.
Desde el año 2018 se viene prometiendo una supuesta “integración
puerto-ciudad” que nunca llegó. Pero lo cierto es que el río, con todo
su valor paisajístico y simbólico, ni siquiera toca el actual puerto
deportivo. Lo que bordea es La Chanca Vieja, la antigua
zona industrial y almadrabera, hoy atrapada entre el abandono y las ruinas,
aunque al edificio en sí se le dé uso. El propio Plan de Usos del
Puerto de Barbate, aprobado por la Agencia Pública de Puertos de
Andalucía en septiembre de 2022, contemplaba usos mixtos compatibles
con el desarrollo económico y la preservación ambiental (Resolución
oficial, APPA, 30 de septiembre de 2022). Pero ese plan no alcanza
la ribera del río, que sigue siendo tierra de nadie: ni una obra, ni
una planificación urbana seria, ni un gesto que reconozca su valor.
Barbate no necesita solo integrar su puerto. Necesita
reconciliarse con su río, abrirse a él, convertir esa frontera invisible en un
eje central de vida, historia y futuro.
¿Cuál sería una propuesta firme, viable y con sentido
común? Un corredor ribereño que no sea una autopista de hormigón, sino un eje
de vida: hoteles con encanto que no arrasen el terreno,
sino que se integren con él, espacios de restauración sostenible con productos
de kilómetro cero (como ya se hace en Zahora o en El Palmar), miradores
al río, senderos que unan el núcleo urbano con las marismas… Un frente fluvial
para pasear, para respirar, para reencontrarse.
No se trata de copiar Marbella, sino de hacer Barbate
más Barbate. De reactivar lo nuestro sin desnaturalizarlo, de sacar a la luz lo
que ya existe en vez de inventar macro proyectos que nada tienen que ver con
nuestra escala ni nuestro espíritu.
Porque Barbate no está muerto. Lo que pasa es
que lo están sepultando entre papeles, abandono institucional y promesas que se
lleva el levante.
Y porque el río, que sigue ahí bajando desde el
corazón de la provincia, merece que lo miremos de frente y no de reojo.
2. La explanada frente al puerto pesquero:
abandono e infrautilización.
Una de las mayores contradicciones de Barbate se
levanta (o más bien se extiende) justo al otro lado de su alma económica: el
puerto pesquero. Frente al corazón de la almadraba moderna, se abre una
llanura vasta, árida y olvidada que no es ni plaza ni parque ni espacio
cultural. Es simplemente eso: una explanada sin alma, útil
solo para tres o cuatro eventos al año y el resto del tiempo reducida a tierra
de nadie, basurero a cielo abierto y símbolo del desinterés
institucional.
Cualquier visitante que se asome allí verá el mismo
decorado: cables sueltos, restos de basura, perros
callejeros y un mar al fondo que parece más lejano de lo que está. Y lo
más sangrante es que esa zona está reconocida como suelo urbanizable en el
vigente Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Pero nadie, ni en el
ayuntamiento ni en la Junta, se ha atrevido a plantear un modelo coherente para
regenerarla, tal y como confirma la prensa local y testimonios recogidos por la
propia (enbarbate.com, 2025).
El suelo está ahí. El espacio está ahí. La necesidad
de dignidad urbana también está ahí. Lo que falta es voluntad y modelo.
Propuesta sensata y de raíz local: Lo que
esa explanada necesita no es un centro comercial ni una torre de apartamentos.
Lo que necesita es vida cotidiana y paisaje humano. Un uso urbano
mixto, contenido y con sentido: una plaza pública donde puedan
respirar niños, mayores y paseantes. Pequeños cafés, terrazas con vistas al
puerto que den empleo a la gente del pueblo. Viviendas turísticas limitadas y
reguladas, que ayuden a desestacionalizar el turismo sin desplazar a los
vecinos.
Todo eso sin levantar más de dos alturas, sin tapar el
horizonte, sin repetir los errores de Zahara o Chiclana. Un urbanismo que
recupere el terreno, no que lo expulse. Un modelo que no atraiga solo al
turista, sino que devuelva el espacio al barbateño/a de a pie. Porque la
verdadera riqueza de Barbate no está en lo que se construya, sino en cómo se
construya y para quién.
Porque hasta el suelo más árido puede dar fruto si se
le echa raíz y no cemento.
3.Explanadas del puerto deportivo y del Real de la
Almadraba: hotelería viable, con sentido y legalidad.
En un pueblo donde el suelo escasea por la protección
natural que lo rodea, cada metro cuadrado infrautilizado es una oportunidad
desperdiciada. Y si hay dos zonas que encarnan ese desperdicio con
claridad, son las amplias explanadas del puerto deportivo y la del Real
de la Almadraba. Actualmente se presentan como espacios deslavazados, sin
conexión urbana y con un potencial turístico y patrimonial inexplicablemente
ignorado.
Pero lejos de lo que pueda parecer, el marco
legal sí permite actuar en ellas, y no con pelotazos urbanísticos ni con
resorts de mil habitaciones, sino con proyectos de hotelería de bajo impacto,
integrados en la lógica portuaria y en el paisaje humano de Barbate.
La clave está en el Plan de Usos del Puerto, cuya base
legal reside en la Ley 21/2007 de Régimen Jurídico y Económico de los Puertos
de Andalucía. Concretamente, su artículo 9 abre la puerta
a "usos compatibles o complementarios" con la
actividad portuaria, como los vinculados al ocio, al deporte náutico o al
turismo sostenible, siempre que no interfieran con las operaciones esenciales
del puerto (Ley 21/2007, art. 9, Boletín Oficial de la Junta de
Andalucía).
Y no hablamos solo de papel mojado. En 2023, el
puerto deportivo de Barbate ya dio señales de vida en esa dirección al instalar
una nueva rampa para vela ligera, diseñada para potenciar la actividad náutica
sin alterar el entorno (Medio Lindley, Proyecto de Rampa Puerto
Deportivo Barbate, 2023; lindley.pt).
Es una muestra clara de que la Junta de
Andalucía y la Agencia Pública de Puertos no se oponen a estos
desarrollos, siempre que estén bien planteados.
¿Qué podría proponerse, entonces?
Nada de macrocomplejos. Nada de
duplicar el error de urbanizaciones fantasmas o hoteles de hormigón. Lo que
planteamos es la instalación planificada de hoteles boutique, alojamientos
singulares o espacios de descanso integrados en la identidad marinera de
Barbate.
Un hotel de arquitectura tradicional con materiales
locales. Un alojamiento sostenible vinculado a experiencias marinas. Un centro
de interpretación de la almadraba con hospedaje rural. Todo esto es viable,
legal y compatible con los objetivos del puerto, siempre que se sigan los
criterios ambientales, urbanísticos y de ordenación del litoral.
Porque la legalidad no es excusa para la inacción. Y
la sostenibilidad no es el freno, sino la dirección a tomar.
4. Las pedanías olvidadas: Caños, Zahora, San
Ambrosio… donde solo llega el polvo y el abandono.
Caños de Meca, Zahora y San Ambrosio no son solo
nombres de postal. Son realidades habitadas. Son barrios vivos que cada
verano multiplican su población y su aportación económica al municipio,
mientras el Ayuntamiento de Barbate sigue tratándolos como si fueran un anexo
menor, una nota a pie de página.
Calles sin asfaltar, caminos polvorientos o
encharcados según la estación, ausencia total de alcantarillado, recogida de
basuras intermitente y ni un solo centro de atención médica. Y cuando llegan
los incendios o las urgencias, ni bomberos ni policía suficientes para garantizar
seguridad. Todo esto no es una exageración ni una invención del
momento: lo vienen denunciando año tras año las propias asociaciones
vecinales de Zahora y San Ambrosio (Asociación de Vecinos Costa de la
Luz de Zahora, Comunicado, mayo 2025; vecinosdezahora.blogspot.com).
En Zahora, se estima que en temporada alta se concentran más de
15.000 personas entre residentes, visitantes y turistas, aunque no
existen datos oficiales porque ni siquiera hay un sistema municipal de medición
de ocupación turística actualizado. El resultado: una presión
humana brutal sobre un sistema de servicios que sencillamente no existe.
En Caños de Meca, la situación no es mejor. Mientras los
negocios familiares sobreviven a base de autogestión, el entorno natural que
los rodea (y que atrae a miles de turistas) se degrada sin control ni
mantenimiento. No hay papeleras suficientes, no hay barrido diario, no hay
controles de vertidos ilegales. Lo único que hay es una inercia institucional
que los condena a depender del ingenio vecinal.
San Ambrosio, por su parte, queda ya fuera incluso del imaginario
turístico, pese a su valor ecológico y etnográfico: un valle entre
montes históricos y huertas vivas, con acceso al Parque Natural de la Breña, y
ni una inversión pública en décadas. Las carreteras de acceso son estrechas y
peligrosas. No hay servicios básicos ni redes de abastecimiento estables. Y,
sin embargo, el turismo rural crece a base de esfuerzo privado.
Cómo resumen, los barrios costeros e interiores que
generan riqueza no reciben ni una fracción de lo que aportan. ¿A dónde va ese
dinero? ¿A qué manos sirve esta desinversión planificada?
¿Qué podría proponerse, entonces? Un plan de
acción inmediato, escalonado y realista.
Lo que se propone no es un megaproyecto ni una utopía.
Es lo mínimo que exige la dignidad democrática de cualquier barrio:
1. Infraestructura básica: asfaltado y
mantenimiento regular de calles y caminos; red de alcantarillado moderna;
conexión a servicios de agua potable con presión adecuada.
2. Consulta médica estacional: al
menos una unidad básica de atención sanitaria entre junio y septiembre, con
enfermería y medicina general, como ocurre en otras zonas turísticas de menor
densidad en Cádiz (Consejería de Salud y Familias, Atención Primaria
Estacional, junio 2024).
3. Refuerzo de seguridad y emergencias:
dotar de presencia diaria de bomberos en el parque de Barbate y de patrullas de
Policía Local en los núcleos turísticos, con turnos reforzados.
4. Plan de limpieza intensiva: recogida de
residuos diarios durante el verano, papeleras, puntos limpios móviles y
vigilancia ambiental contra vertidos ilegales.
No a los macroproyectos destructivos: ni en Trafalgar,
ni en Següesal, ni en la Sierrezuela.
En Barbate la especulación urbanística vuelve a enseñar
los dientes. Y esta vez lo hace con tres cabezas: El
macrocomplejo Trafalgar–San Ambrosio, el resort de golf en la marisma del
Següesal y el nuevo intento en la Sierrezuela Playa. Todos vestidos
con el mismo disfraz: “desarrollo turístico”, “sostenibilidad”, “dinamización
económica”. Pero bajo esa capa de palabras bonitas se esconde el mismo
modelo que ya fracasó en otras partes del litoral andaluz: cemento,
sobreexplotación y destrucción irreversible.
Caso 1: Trafalgar–San Ambrosio: construir
donde no hay ni agua. El más agresivo y sonado es el Plan Especial de
Ordenación del Entorno de Trafalgar–San Ambrosio, que pretende levantar más
de 2.000 plazas hoteleras, 300 viviendas turísticas, un centro comercial y
urbanizaciones asociadas entre la playa de Zahora, el núcleo de San Ambrosio y
el entorno del faro. Todo ello en una zona que ni siquiera cuenta con
red pública de agua potable ni saneamiento, en contacto directo con el Parque
Natural de la Breña y Marismas del Barbate.
Izquierda Unida Barbate ya lo calificó como “ecológicamente
inviable, jurídicamente cuestionable y socialmente rechazado” (Comunicado
oficial, 29 de junio de 2025). Pero no están solos: más de 500
alegaciones han sido presentadas por ciudadanos, ecologistas, arquitectos, vecinas,
ganaderos, hosteleros… Un clamor plural bajo una idea común: no
se puede seguir urbanizando la costa como si el territorio fuera infinito y el
Además, la plataforma Salvemos Trafalgar ha
documentado cómo el proyecto vulnera hasta tres normativas clave:
1. Ley de Costas (Ley 22/1988), que
impide urbanizaciones en zonas de servidumbre de protección.
2. Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del Parque
Natural, que limita las construcciones e infraestructuras en
zonas adyacentes al espacio protegido.
3. Directiva Marco del Agua, que obliga a
garantizar recursos hídricos suficientes sin comprometer ecosistemas.
Y la pregunta es evidente: ¿qué modelo
de desarrollo turístico propone Barbate si ni siquiera puede garantizar agua
corriente y depuración a sus pedanías actuales?
Caso 2: Golf en Següesal: una trampa ambiental con
bandera verde.
En paralelo, el histórico proyecto del
Següesal Golf Resort vuelve a reactivarse con matices, pero la misma
ambición desmesurada: urbanizar más de 200 hectáreas de marismas interiores
junto al casco urbano, para construir campos de golf, hoteles y urbanizaciones
de alto standing. En plena crisis climática y con la marisma cada vez
más vulnerable a la salinización y al estrés hídrico, plantear un golf en esa
zona es un disparate ecológico.
Además, la zona del Següesal cumple funciones clave de
laminación natural de aguas, biodiversidad acuática y absorción de CO₂, por lo que su
urbanización supondría la pérdida definitiva de un ecosistema costero
estratégico. Según el propio Mapa de Ecosistemas Singulares de
Andalucía (2023), el Següesal está considerado hábitat de alto valor ecológico.
Caso 3: Sierrezuela Playa: el viejo fantasma de siempre.
Por si fuera poco, también ha vuelto a sonar el nombre
de Sierrezuela Playa, una zona al norte del municipio que ya fue
objeto de intentos de recalificación urbanística en el pasado. Aunque menos
avanzado que los otros dos, este proyecto resucita un modelo de expansión
urbana que colapsaría infraestructuras básicas, multiplicaría el consumo de
agua y energía, y destruiría el mosaico agroforestal que conecta la ciudad con
el parque natural.
Cómo conclusión Barbate debe elegir entre el modelo
del hormigón y el de la vida.
Estos tres macroproyectos no solo amenazan al entorno,
también niegan el verdadero modelo turístico que ha dado vida a esta zona en
los últimos veinte años: pequeños alojamientos familiares, turismo de
naturaleza, gastronomía local, arte, surf, cultura andaluza viva. Lo que
quieren construir es un Barbate artificial, clonado, impersonal, elitista y
dependiente de fondos externos.
Y, como siempre, los beneficios caerán en pocas manos,
mientras los impactos los sufriremos todos: agua más cara y escasa,
desaparición del entorno, presión sobre servicios públicos ya colapsados, y un
empleo precario ligado a una estacionalidad voraz.
El modelo especulativo no genera futuro, lo roba. Y si
dejamos que este urbanismo depredador avance, el Barbate que conocemos (el del
río, el del pescado fresco, el de los Caños, el de Zahora) desaparecerá para
siempre.
Por eso desde esta plataforma nos unimos y decimos
alto y claro: no es progreso si destruye. No es desarrollo si nos
deja sin agua. Y no es turismo si mata lo que hace a Barbate auténtico. Más de
500 alegaciones ciudadanas se han presentado contra el proyecto. La plataforma
Salvemos Trafalgar exige su paralización inmediata, por vulnerar normativas de
protección costera y del parque natural.
6. Sequía y crisis hídrica: no al turismo sin
agua.
A estas alturas, seguir ignorando la sequía es un acto
de negligencia política. Porque no hablamos de una “temporada
seca”, ni de “una mala racha de lluvias”. Hablamos de una
emergencia estructural que afecta de forma directa a la viabilidad misma de la
vida (y del turismo) en nuestras costas. Y Barbate está en el epicentro del
problema.
Según datos de la Comisión de Sequía de la Junta de
Andalucía (30 de enero de 2024), el sistema hídrico Guadalete-Barbate
(del que depende este municipio) se encuentra en estado de alerta. Las reservas hídricas
están al 15 % de su
capacidad, se han limitado los consumos a 225 litros por habitante y día y 19
municipios ya sufren restricciones activas. (Diario de
Cádiz, Julio González, 30 de enero de 2024).
En septiembre de 2024, la propia Junta de Andalucía
reconocía públicamente el riesgo: lanzó una línea de ayudas para que los alojamientos
turísticos implementaran sistemas de ahorro y eficiencia hídrica ante la
previsión de nuevos recortes (Cadena SER Ronda, Boletín informativo, 6
de septiembre de 2024).
Esto no son hipótesis. Es presente. Es grave. Y es
innegociable.
Entonces, ¿cómo se explica que se sigan tramitando
nuevos desarrollos turísticos sin agua?
¿Cómo se puede, con esta realidad sobre la mesa,
plantear proyectos como el Trafalgar–San Ambrosio en zona sin red pública de
abastecimiento ni saneamiento? ¿Cómo puede defenderse el Següesal Golf con
campos de césped intensivo? ¿Con qué cara se autoriza un nuevo hotel sin antes
garantizar que no le quite agua a los vecinos de Caños o San Ambrosio, que
siguen lavándose los dientes con garrafas?
Esto no es planificación. Es saqueo. Es hipotecar el
futuro por una rentabilidad cortoplacista.
La propuesta es clara y rotunda: ni un solo ladrillo
turístico más sin garantías hídricas completas.
Desde una lógica responsable y de mínima justicia
ecológica, no puede permitirse ningún nuevo desarrollo turístico sin que se
cumplan tres condiciones reales y verificables:
1. Garantía previa de agua potable suficiente, con
estudios técnicos independientes.
2. Red de depuración moderna, funcional y adaptada a
picos de población (no como las actuales, colapsadas en verano).
3. Sistemas de circularidad del agua obligatorios:
reciclaje, captación de lluvia, eficiencia tecnológica, control público del consumo.
Y todo esto antes de conceder licencias, no después,
cuando el daño ya esté hecho. Porque el turismo no puede ser excusa para
desabastecer a la gente que vive aquí todo el año. Ni para seguir secando
acuíferos ni matando marismas. Ni para perpetuar ese modelo cínico de
desarrollo que promete empleo y deja facturas de por vida.
Si no hay agua, no hay turismo.
Si no hay turismo sostenible, lo que queda es
especulación.
Y si el Ayuntamiento de Barbate no pone freno a esto,
será cómplice de un colapso anunciado.
7. Ciudadanía primero, urbanismo
después. Hay que decirlo ya, sin rodeos: Barbate no necesita más
urbanizaciones. Necesita justicia urbana.
Porque ¿de qué sirve inaugurar planos con nuevos
resorts o campos de golf si las aceras de Zahora están rotas, si en Caños de
Meca se camina sobre polvo y barro, o si en San Ambrosio no hay alcantarillas,
ni médico, ni contenedor de reciclaje a la vista? ¿Qué modelo de turismo es ese
que empieza por el folleto de venta y se olvida de los barrios que
existen?
El Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Barbate, el documento
que debería guiar el desarrollo del municipio, lleva treinta años sin
actualizarse: fue aprobado en 1995. Desde entonces, la ciudad
ha cambiado radicalmente, pero el urbanismo sigue arrastrando una lógica de
improvisación, especulación y abandono.
Lo denuncia la Plataforma Salvemos Trafalgar, lo repiten
los colectivos vecinales de Zahora, de Caños y del centro urbano: la política
municipal ha priorizado durante décadas la venta de suelo antes que la dignidad
cotidiana de quienes viven aquí todo el año. (vecinosdezahora.blogspot.com,
junio 2025).
La verdad es sencilla: nadie quiere
vivir ni veranear en un sitio sucio, roto y mal cuidado.
Y eso es exactamente lo que ocurre hoy en
Barbate:
1.Calles sin asfaltar donde se hacen charcos que duran
semanas.
2.Parques sin bancos ni sombra, con columpios
oxidados.
3.Contenedores desbordados en pleno julio, entre
moscas, plásticos y olores.
4.Luz pública que no llega a muchas pedanías.
5.Falta de limpieza regular, ni refuerzo en temporada
alta.
6.Fuentes secas, aceras llenas de grietas y maleza,
plazas sin mantenimiento.
7. Cada vez hay menos aparcamientos para la
ciudadanía, peor estado de sus bolsas, mas inseguridad y aceras pintadas de
amarillo (algunas curiosamente cerca de la casa de algunos altos cargos) y
pivotes improvisados y para todos los gustos. ¿Dónde aparca quién tiene que
movilizarse para trabajar de Barbate a otra pedanía o viceversa?
Y, aun así, el Ayuntamiento sigue tramitando
recalificaciones para nuevas promociones turísticas, en lugar de asegurar lo
básico.
La propuesta es clara y urgente: primero el cuidado,
luego el crecimiento.
No se debe permitir ni un metro cuadrado más de suelo
urbanizable si antes no se garantiza:
1. La reparación integral del espacio público urbano y
pedáneo: calles, plazas, parques.
2. La ampliación del servicio de limpieza viaria y
recogida de residuos, con refuerzo estival.
3. Un plan urgente de asfaltado y arreglo de acerados.
4. La restauración de zonas verdes y mobiliario
urbano, con participación ciudadana.
5. Una auditoría pública del mantenimiento municipal,
con transparencia.
Porque sin eso, hablar de turismo de calidad es una
mentira más en el cartel de bienvenida.
La dignidad empieza por el suelo que pisas, no por el
hotel que anuncias. Si Barbate quiere atraer visitantes, primero debe cuidar a
sus vecinas y vecinos. Y hasta que eso no pase, cualquier nuevo desarrollo
urbanístico no será progreso, sino cinismo.
(Fuente: vecinosdezahora.blogspot.com, junio 2025 |
Plataforma Salvemos Trafalgar, informes vecinales, mayo-julio 2025)
8. Crecimiento vertical y responsable, no ocupación
horizontal.
Barbate no puede expandirse más. Literalmente. El
Parque Natural de la Breña, las marismas del Barbate y el océano Atlántico
dibujan un perímetro infranqueable, no solo físico, sino ecológico y ético.
Cada metro cuadrado rústico que se urbaniza sin necesidad es una renuncia al
futuro.
Lo han advertido hasta la saciedad colectivos como
Ecologistas en Acción y la plataforma Salvemos Trafalgar: el
crecimiento desordenado hacia el exterior no solo es inviable, es
destructivo. (La Janda Información, mayo 2025).
Pero a pesar de ello, el Ayuntamiento sigue
promoviendo modelos de expansión horizontal, con viviendas unifamiliares,
promociones turísticas aisladas y núcleos dispersos. Eso implica
más asfalto, más consumo de agua, más coches, más residuos, más kilómetros de
servicios públicos que no se pueden mantener.
Y lo más importante: menos identidad, menos cohesión,
menos vida urbana real.
¿Qué alternativa queda? La que ya
funciona en cientos de lugares con respeto al entorno y a su gente:
1. Rehabilitación prioritaria del casco urbano
existente.
2. Crecimiento en altura moderada: 2 o 3 plantas con
diseño integrado y materiales sostenibles.
3. Reutilización de solares vacíos y espacios
infrautilizados.
4. Viviendas accesibles para residentes y jóvenes, no
solo alojamientos turísticos.
5. Modelos de consumo energético cero o positivo, con
cubiertas verdes, placas solares y ventilación pasiva.
6. Peatonalización, zonas verdes verticales,
equipamientos de barrio.
No se trata de llenar el cielo de Barbate de hormigón,
sino de levantar una arquitectura humilde, viva y eficiente, que deje respirar
el territorio en lugar de asfixiarlo.
“Construir ciudad” no es levantar
promociones para turistas, es crear lugares habitables, sostenibles y con
sentido comunitario. Es priorizar la vivienda para quien trabaja todo
el año aquí, no para quien pasa quince días. Es diseñar desde la escala
humana, no desde el Excel de una promotora. (Fuente: enbarbate.com,
mayo 2025 | La Janda Información, mayo 2025)
Porque no se trata solo de turismo, se trata de
dignidad.
La conclusión que sacamos de todo esto (si habéis
llegado hasta aquí) es simple, un Barbate que se mire al espejo.
Barbate no necesita más planos trazados desde Sevilla,
ni promesas derramadas como cemento sobre lo que aún resiste en pie. Lo que
necesita es pararse frente al espejo y reconocerse.
Reconocer a sus barrios olvidados y a sus calles
rotas. Reconocer la desidia que se ha instalado en sus pedanías como si fuera
normal que Zahora no tenga médicos o que San Ambrosio no tenga agua potable.
Reconocer que su río, sus marismas, su identidad, no son un decorado para el
turista, sino parte viva del alma del pueblo.
Y reconocer, sobre todo, que el turismo no es un maná,
sino una herramienta. Que si no hay vivienda para quien trabaja aquí todo el
año, si no hay servicios para los vecinos, si no hay una vida digna que
sostenga lo cotidiano, entonces no hay modelo turístico que valga. Porque un
pueblo que no cuida a su gente antes que, al visitante, está condenado a la
ruina moral antes que a la económica.
Esto no va solo de decir “no” a un
macroproyecto. Va de decir “sí” a otra forma de estar en el
mundo.
Con los pies en la tierra y el corazón en el mar. Con
sentido común, con justicia y con dignidad. Se trata de que los jóvenes de
Barbate no tengan que marcharse para poder vivir. De que las pedanías no
existan solo en temporada alta. De que los parques no estén secos, de que las
calles no huelan a abandono, de que el futuro no sea un catálogo de promociones
inmobiliarias, sino una red de vidas posibles.
Por eso apoyamos desde aquí públicamente y con
convicción (desde la voz libre de quien no milita en siglas, pero sí en ideas)
la propuesta de la Plataforma Salvemos Trafalgar.
Porque no hablan de utopía, sino de sensatez. Porque
no quieren parar el desarrollo, sino dirigirlo hacia lo justo, lo posible y lo
sostenible.
Porque cuando todo arde, defender lo que aún florece
no es romanticismo: es resistencia.